Li Suo (Anhui, China, 1986) es una poeta, traductora, ilustradora y editora formada en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Xi’an y con un máster en Literatura por la Universidad Normal de Beijing. Dirige la revista Xiron Poetry Club y la editorial de poesía Motie. Es autora de los poemarios Poemas y gatos y Un miércoles, un barco de perlas, además del libro de ilustraciones El peligro es real, la belleza es auténtica.

Con ella hablamos sobre El Bien, su primer poemario publicado en español por Los Libros de la Mujer Rota y Esto No Es Berlín, sobre su quehacer poético y su relación con la traducción de su propia obra, entre otros temas. Agradecemos especialmente a Isolda Morillo por servir de intermediaria y traductora con la autora para esta entrevista.

Para quienes se acercan por primera vez a tu obra, ¿cómo presentarías El Bien?

Una amiga que leyó mi poesía por primera vez me dijo, al terminar este libro: “Es un libro tan transparente, leerlo es como comerse una bola de nieve: frío y cálido a la vez.” Este volumen reúne 65 poemas seleccionados de mis últimos diecisiete años de escritura. Esta es una obra que parte de lo íntimo, de mi experiencia como mujer china, y desde allí toca, de manera fragmentada, algunos de los cambios que ha atravesado China en los últimos cuarenta años. El Bien se compone de cuatro secciones: Mujer (女): poemas sobre la experiencia, los conflictos y la sensibilidad de lo femenino. Hijo (子): recuerdos de Banji y Kashgar, como una cartografía vital. Ingenio (妙): relaciones, amor, deseo. Persona (人): la vida y sus vastedades —sociedad, viaje, muerte.

El título del poemario ya sugiere una reflexión profunda. ¿Qué significa para ti ese “bien” dentro del universo del libro?

En chino, hǎo es una palabra común que encierra una riqueza semántica singular. Se escribe con dos caracteres: 女 (mujer) y 子 (niño, varón). 女 alude a lo femenino. 子 puede significar niño, hijo, semilla, fruto, huevo; pero también designa, de manera particular, a ciertas personas —como en “esposa”— o a los sabios, como en el título honorífico Kǒngzǐ (Confucio). Elegir El Bien como título del libro fue una sugerencia de mi traductora, Isolda Morillo. Ella conoce profundamente la cultura china y también mis poemas. Tal como escribe en el prólogo de este libro:

«En la tradición cultural y flosófica china, el carácter (hǎo), ha simbolizado durante siglos un ideal de “bien”, profundamente arraigado en el núcleo familiar. Desde la visión confuciana, el bien se fundamenta en la armonía familiar, asignando a la mujer un papel central como transmisora de valores y garante del orden moral. Este enfoque define la virtud femenina a partir de su rol relacional como madre, esposa o hija, subordinando su identidad a las expectativas sociales. Al desvincularse de estos roles, la mujer, según esta tradición, rompe la noción del bien, planteando una amenaza al equilibrio moral y social. Esta concepción, sin embargo, es cuestionada en la actualidad. La mujer en China ha atravesado transiciones radicales en menos de dos siglos: desde su subordinación hasta su integración en un entorno urbano. En este nuevo contexto, las tensiones entre las expectativas tradicionales y las demandas modernas han llevado a muchas mujeres a reconfigurar su identidad y su lenguaje.»

Quise usar el carácter “好”(hǎo)para resumir una parte de mi obra, y al mismo tiempo quise que mi poesía desmontara las restricciones y limitaciones hacia las mujeres que se ocultan detrás de ese carácter.

Uno de los aspectos que más me gustó de tus poemas es la manera en que construyes las imágenes. ¿Qué podrías contarnos al respecto?

Gracias por apreciar mi forma de escribir. Me gusta observar las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como el agua caliente para lavarse la cara, que menciono en mi poema “Pasar el invierno en la infancia”. Hace más de treinta años, en mi aldea no había agua corriente, ni calefacción solar, ni gas natural. En invierno, para calentar agua solo podíamos usar leña y la misma olla en la que se cocinaba; por eso el agua caliente era tan valiosa. En los días fríos, toda la familia se lavaba la cara en la misma tina pequeña, normalmente después de que mi abuelo lo hiciera. A mí siempre me quedaba en la memoria ese olor “de anciano” que salía del agua cuando llegaba mi turno. Después de su muerte, cada vez que lo recuerdo, ese olor vuelve. Con el tiempo, ese olor se convirtió en una imagen cargada de afecto.

También suelo escribir sobre objetos comunes y darles una dimensión espiritual —o quizá solo revelo la vida y el alma que ya tienen. Se dice que “todas las cosas tienen espíritu”; yo simplemente trato de escuchar aquello. En mi poema “La piedra”, por ejemplo, la piedra que traje de la meseta tibetana llevaba mucho tiempo en mi casa y, aun así, seguía “viva”: en sus vetas estaban “la grasa de las montañas nevadas, los tendones del altiplano”. Esa imagen nace de lo que siento, pero también de la esencia de la propia piedra.

En las personas también veo cualidades de animales, de plantas, incluso de objetos. En mi poema “Mi nacimiento”, por ejemplo, mi madre —embarazada de mí y con una posición fetal incorrecta— debía arrodillarse y apoyarse con los codos en la cama todos los días, tal como recomendaba el médico. Ese gesto creó una imagen para mí: una oveja arrodillada, con el vientre a punto de desprenderse. En ese símbolo conviven la vida de una mujer y la vida de una oveja, reflejándose mutuamente.

¿Cómo sitúas tu poesía en el marco de la poesía china? ¿Hay elementos de su tradición que recuperas, o de qué manera reformulas aspectos de ella?

Según las categorías con las que hoy se clasifica a los y las poetas en China, dirían que soy “una poeta mujer nacida en los años ochenta”. La tradición poética en lengua china con la que dialogo es inmensamente compleja; he recibido influencias de muchos ámbitos, no solo de la literatura, sino también de la música, el arte, la religión y otras formas de expresión.

Antes de mí, está la larguísima tradición de la poesía clásica; está el camino que abrió la poesía moderna china tras el Movimiento de Nueva Cultura de 1919; están los “poemas brumosos” (朦胧诗歌) de los años setenta y ochenta; están, en los ochenta y noventa, la “Tercera Generación” y su espíritu de rebeldía —incluidos los grupos “Fei Fei”, “Ellos” y “Los machistas”—; y está también el “Movimiento de la Poesía de las Partes Bajas” alrededor del año 2000.

Yo comencé a escribir en 2006. No sé con exactitud cómo me influyen todas esas corrientes; están alrededor mío como está el aire. Tampoco puedo afirmar que haya reescrito la tradición, pero sí puedo decir que utilizo un lenguaje íntimo y personal para contar mi vida y mis emociones. Escribo desde un lugar profundamente individual y, al mismo tiempo, ese gesto me conecta con corrientes más amplias.

Hoy en China hay muchísimas personas que escriben poesía como yo, y muchas lo hacen muy bien. Hay poetas excelentes que merecen ser leídas y reconocidas.

En varios poemas parece resonar el peso del pasado —ya sea histórico, como la China del siglo XX; más filosófico, en torno a ideas tradicionales, o familiar, tomando momentos de la vida de tus cercanos—. ¿Cómo dialoga tu poesía con ese pasado y de qué manera influye en tu mirada contemporánea?

El “pasado”, especialmente la China del siglo XX, resuena en mis poemas por una razón muy importante: mi abuela. Ella nació en 1929 y hoy tiene 97 años. Suele contarme lo que ha vivido a lo largo de su vida, y además tiene una muy buena memoria: es como si tuviera un sistema informático en el cerebro. Puede recordar con gran claridad qué hizo un día concreto de hace cincuenta años, con quién estaba y qué dijeron todos. Mi abuela no sabe leer ni escribir, pero tiene un gran talento para la literatura. Yo he registrado en mis poemas muchos de los episodios que me ha contado: es la poesía de su vida. Todo esto —la historia de mis padres, su migración desde Anhui hacia Kashgar, en Xinjiang— está profundamente ligado a los cambios históricos de China. Sin embargo, cuando escribí esos poemas, nunca pensé en esas grandes perspectivas, ni buscaba dialogar con el “pasado”: solo intentaba comprender la vida de mi abuela, la vida de mis padres, y a partir de ahí entender qué significa mi propia vida. Escribo principalmente experiencias personales, instantes de la vida individual, y al mismo tiempo escribo sobre el afecto, el amor que existe dentro de los lazos familiares.

Por otro lado, ¿qué referentes tuviste presentes al construir estos poemas?

Cuando escribo un poema concreto, no tomo referencias; incluso intento olvidar lo que he leído antes. En el acto de escribir, el tiempo y el espacio deberían pertenecer solo a una misma.

A medida que se publican traducciones de tu obra, ¿qué dudas o desafíos has percibido respecto de cómo se reconfiguran tus poemas en otro idioma? ¿Qué aspectos de la versión original consideras que llegan a ser intraducibles?

Mi traductora, Isolda, domina tanto el español como el chino; el español es su lengua materna. Cambia entre ambos idiomas sin ninguna dificultad. Vivió más de diez años en China, y su amor por el chino y por la cultura china le permite incluso pensar y soñar en este idioma. Ella misma es una excelente poeta y escritora, con un gran talento literario. Basta recordar que es capaz de traducir a Nicanor Parra del español al chino para darnos cuenta de lo extraordinaria que es. Por eso, traducir mis poemas del chino al español no le supone un problema: confío plenamente en ella, sé que puede captar las sutilezas de mi poesía. Además, al ser también mujer y ser amiga con que converso a menudo, conoce bien mi manera de hablar, mis emociones, mis tonos. Se puede decir que es la persona más adecuada para traducir mis poemas al español. Y el resultado lo confirma: cada vez que en América Latina o en España los lectores leen mis textos a través de su traducción, recibimos comentarios maravillosos.

Mi lenguaje poético es un lenguaje cotidiano; intento escribir como hablo y no recurro a una gran cantidad de recursos retóricos, así que en la traducción se pierde relativamente poco.

¿Qué significado tiene para ti que editoriales independientes latinoamericanas como Los Libros de la Mujer Rota y Esto No Es Berlín decidan llevar tu obra a nuevos lectores?

Para mí, la publicación de El Bien en Madrid significa una nueva forma de acogida y de reconocimiento, y también un renacimiento. Cuando Isolda me contó la noticia de la publicación, usó una metáfora que me emocionó: “¡Tu hijo/a ha nacido en Madrid!”. Estoy muy agradecida a Los Libros de la Mujer Rota y a Esto No Es Berlín, y gracias, Isolda.

Para terminar, ¿qué escritoras y escritores chinos actuales recomiendas?

Principalmente quiero hablar de los poetas chinos que me gustan. En estos años he leído bastante a Yin Lichuan, Xi Wa, Wu Ang y Yu Xiang, cuatro poetas nacidas en los años setenta; como editora, acabo de publicar sus poemarios. También quiero recomendar a Yi Sha, que fue mi profesor en la universidad y cuya escritura me inspiró profundamente. Además están Shen Haobo, Han Dong, Wang Xiaolong, Xuan Fu, Hou Ma, Ming Di, Yuan Wei, Fang Xianhai, Sheng Xing, y muchos más: la lista podría ser larguísima. Si algún día encuentran sus obras en cualquier ocasión, por favor deténganse y léanlas un poco más.

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