a mi no me pasó nada
nunca se me acusó de ser la puta
en el ágora del pueblo
porque fui de Hera,
lo bastante buena, calladita y quieta
no entiendo porque a ellas sí y a mí no
pero la primera vez que sí, preferí que no
bajo el glaciar de aquella pequeña provincia
a la espera de ser enhebrada por un hilo de esperma
entre la unión de mis medias promoción esclava
a mí, te juro madre, que nunca me pasó
eso que relatan las chiquillas de ahora por redes
yo siempre fui de anestesia en el cuerpo,
de mujer estatua de Pompeya esperando al volcán eructar,
de parálisis de medusa con las serpientes decapitadas
sin voz, sin ojos, sin olor para reconocer el miedo
pero cuando me pasó, algo dentro supo irse
se dijo: tú si piensas en el silbido del viento,
el pinchazo pasa rápido y la disociación llega a tiempo
a mí, sin embargo, le digo a la psicóloga
que nunca tuve problemas con los chicos
que como mucho a veces me subían la falda en el patio
que como mucho me tocaban el pecho en el portal
que como mucho me arrinconaban hasta ser besada
que fue un halago sentirme deseada y poder contarlo
que eso que tú te dejaste hacer fue solo una vez
y no hay por qué pensarlo porque es olvido ya
que no pasó nada porque nadie lo supo
me lo llevaré a la tumba y compartiré sus gusanos
pero, os juro, que aunque a mí no
la psicóloga erre que erre que sí, que eso fue
y yo no entiendo cuándo, cómo y qué hizo
yo solo quería leer poesía, bailar con mis amigas,
recibir un libro firmado y una copa tonta, que ya ves tú
que lo sucedido en esa habitación no fue menos
que la falda del patio, la mano intrusa, la sierra por dentro
y frotar, froté con la esponja hasta extirpar su aliento de mi nuca
y mi cuerpo ya no es de sangre es de espuma blanca
y frotar, froté y crucé la calle y me escondí del Zeus acreedor
y frotar, froté hasta dejar bien claro que ya no está lo que es recuerdo
que no vuelve tu cuerpo aplastando el mío
y la psicóloga erre que erre la imagen de él
que no es rostro, es sombra con un látigo viscoso
y ser una vez más la niña y basta y pensar que no hay “un malo”
y decirle tras la noticia de cada asesinato:
yo, te juro madre, que no me dejo morir, que si hace falta corro
que llevo la navaja de cortar, que si se me volviera a pasar
ya verías cómo una amiga me sacaría de ese baño
que yo esa copa la tapé, que aquella noche desperté desnuda pero no
que llamé y recibí ayuda pero me faltaron las bragas
que yo no quiero pensar en eso porque me diseco
no puedo ser la que inventa y es juzgada, será destierro…
Antígona, échame un cable que ni en la tumba nos creen
blindada desde que su aguijón me clavó un: sí te pasó
ahora camino más alerta, más al tanto, más lejos de poetas
con corona de laureles y déspota apetito del deseo
más lista de no volver a ese bar, con menos culpa entre las tetas
con más ganas de decirte que sí fue él quien lo hizo
y vende poemarios y llena estanterías y firma así
y no es venganza pero yo sé que es él
y ella lo sabe y todas lo sabemos porque hablamos entre nosotras
y entonces hoy, que ni reparar quiere…
Sal, lobito, de tu escondite
y con la lengua rota decide:
rendición o adiós.
