mi vida?
vacío bien pensado
[…]
mis ojos?
ah! trozos de infinito
– Yo soy… Alejandra Pizarnik
Parte I – La profecía de quien destruirá el universo
A pesar de mi peligrosa cercanía con el fuego, casi no puedo sentir el calor en mi piel. Creo que alguien me dice que me aleje un poco antes de que pase algún accidente, pero le ignoro completamente. Quién tiene tiempo para mortales cuando un caballero langosta que habita dentro de la fogata está compartiendo contigo una profecía milenaria sobre quien destruirá el universo.
Sería bueno en este momento darles algo de contexto. En el momento en el que se apareció ante mi el ardiente y noble guerrero crustáceo, llevaba alrededor de cuarenta y tres horas sin dormir ¿Por qué? Por una apuesta adolescente que llegó justo en una época de autosabotaje. Este fin de semana, quienes me rodeaban iban a intoxicarse como nunca lo habían hecho en sus vidas, y como yo no podía tomar ni una gota de alcohol, decidí alterar mi conciencia de una forma menos ortodoxa.
La ausencia de sueño, como cualquier otra ausencia, se hace presente a través de la distorsión de todo lo que sí está. Si han pasado días sin dormir, sabrán que el cansancio no es el verdadero síntoma de dicha ausencia, o por lo menos, no es el que más se hace notar. En realidad, hay momentos en los que te sientes lleno de energía, como si te hubieras dado cuenta de que el dormir es un mito, una vil mentira del capitalismo para vender más camas. Ese sentimiento no dura mucho.
El guerrero langosta me habla sobre una región del universo, lejos del planeta tierra, que su pueblo llama “la Gran Nada”. En este punto del espacio, con un diámetro de aproximadamente trescientos treinta millones de años luz, tan solo existen sesenta galaxias, un número extremadamente reducido en comparación con otras regiones del universo. Es en el centro de la Gran Nada donde nacerá quien destruirá el universo.
Esa no fue la primera vez que voluntariamente me arrebataba horas de sueño. En realidad era –o quizá sigue siendo– uno de mis más persistentes hábitos. Me temo que incluso con veinticinco años de práctica, sigo sin entender muy bien la forma correcta de irme a dormir. Pero fue mi encuentro con Sir Palinuridae, caballero langosta, en el cual la ausencia de sueño llegó al punto de las alucinaciones, un choque entre el mundo onírico y lo real. Según algunos estudios, alrededor de cuarenta y ocho horas sin dormir es lo único que hace falta para que las alucinaciones invadan el mundo de quienes no duermen.
Las alucinaciones, como es el caso con los fantasmas, se caracterizan por hacer presente aquello que no está ahí, presencias ausentes, paradojas encarnadas. Las alucinaciones son la realidad que no queremos dejar salir, monstruos inventados que son más fuertes que nuestra conciencia. Quizá su característica más cruel es que no son transparentes, y es justo así como nos engañan, ocultando detrás de ellas justamente lo que en realidad debemos ver. Las alucinaciones son el vacío que se derrama y hace ilegible cualquier verdad.
“Quien destruirá el universo” dice el caballero langosta “no conocerá el significado de la palabra ‘violencia’, no tendrá nunca un pensamiento agresivo, y el impulso que lo llevará a destruirlo todo será, un confundido impulso a crear. Quién destruirá el universo será el ser más inocente que jamás haya existido, y también, el más odiado” En ese momento, el noble crustáceo comenzó a llorar mientras chasquidos salían de sus pinzas.
Para ese momento, el calor ya se empezaba a hacer presente en mi piel, y alguien por detrás comenzaba a jalar de la manga. En realidad el calor que emana del fuego nunca me ha molestado mucho, o al menos, no tanto como me molesta el humo que flota sobre la madera ardiente. Cuando el humo sopla en mi dirección, me dan ganas de sacarme los ojos y nunca volver a sentir el ardor tan molesto que resulta del choque entre estos dos.
El humo, como es el caso de la mayoría de las alucinaciones, no tiene una dirección predeterminada, un destino. Lo que pasa con el humo es que su movimiento está sujeto a fuerzas externas, en específico, a la voluntad del viento. El humo no camina, corre o vuela, el humo baila como solo las personas enamoradas saben bailar.
El caballero langosta me dice que los sabios de su reino le han dado una misión, la última que tendría en su vida, la misión que terminaría por matarlo. El noble guerrero no parecía entristecerse por tan fatal destino, pues toda su vida había vivido para servir. Esta misión consistía en desmentir la profecía, o sea, ir al Gran Vacío, y justo en el momento de su nacimiento asesinar a quien destruirá el universo. Después de compartir conmigo su misión, me señaló con su espada de fuego y me dijo que nos volveríamos a ver, justo antes de su muerte.
Finalmente, quien estaba tan dedicado a interrumpir mi convivencia con el caballero langosta me jaló del brazo. Era uno de mis mejores amigos. “Wey te vas a hacer daño” me dijo con irritación “neta ya vete a dormir”. Decidí que tal vez debería hacerle caso.
El ir a dormir, al igual que cuando la muerte llega a nuestra puerta, no es algo que podemos experimentar. Es cierto que el cansancio tiene su efecto, que empezamos a sentir peso en nuestros párpados, que la realidad se empieza a disolver cuando la cabeza toca la almohada; pero mientras dormimos, no sabemos qué dormimos, tan solo lo confirmamos una vez que despertamos. El dormir es ausentarte para presentarse en otra parte, en el mundo onírico, donde se puede alucinar en paz.
Parte II – Horror Vacui Epidermis
Pasé tres horas del primero de abril del 2024 acostada en una cama mientras las agujas entretejían piel y tinta, formando un grabado de estilo medieval que formaría parte de mi para siempre. Dicho grabado es la representación de un híbrido langosta humano vestido con una pesada armadura y empuñando una espada de fuego. Más que un tatuaje, el grabado es la manifestación de una promesa ajena, el juramento de que algún día nos volveríamos a ver.
Cronológicamente hablando, este es mi doceavo tatuaje. El primero me lo hicieron hace poco menos de tres años y el quinceavo –hasta ahora el último– ocho meses después de la langosta. Comparado con las pieles de otras personas, mi piel sigue bastante vacía, de hecho, solo uno de los quince tatuajes no se encuentra en uno de mis dos brazos; sin embargo, incluso con un número tan reducido, el peso de la tinta empieza a hacerse notar y el propósito rayones empieza a cumplirse. Dicho todo esto, sé que faltan muchos otros por ocupar su debido lugar.
Siempre le he tenido miedo a mi piel y a los diversos lunares que en ella habitan. Desde que tengo memoria, al verme al espejo desnuda me daba la impresión de ver una galaxia entera, con sus estrellas separadas por enormes tramos de vacío total. Cada lunar, un centro de gravedad, cada centímetro, miles de años luz compuestos de células.
Desde que era pequeña, se me enseñó que mi cuerpo es mío y de nadie más, que mi piel es mía para disfrutarla, pero sobre todo para cuidarla, y, sin embargo, nunca he sentido que mis lunares me pertenezcan. Estoy segura de que en realidad le pertenecen a alguien más, pero nadie se ha presentado para reclamarlos. Busco algún reconocimiento en los ojos de quienes me han acariciado, pero ninguna parece querer arrancarlos. Mi piel se siente como un universo vacío, abandonado.
Por eso, todos los tatuajes, los que hay y los que habrá;.incluso los que parecen tontos, los que están faltos de cualquier significado, todos son parte de un tapiz que busca ocultar constelaciones perdidas, estrellas náufragas, centros de gravedad orbitadas por la ausencia. Y entre todos esos tatuajes, el caballero langosta, con su espada en llamas y sus seis delgadas patas.En mi brazo, parece que tiene la mirada perdida, pero en realidad está buscando, de manera desesperada, a quien destruirá el mundo.
Parte III – Un futuro perdido
Fragmentos de una armadura plateada flotan en el vacío, como los pedazos de una luna de cristal que se ha estrellado contra el suelo y se ha desparramado por todas partes. El silencio es como una niebla que no permite ver mucho más allá, pero si me esfuerzo en concentrar la mirada,una silueta aparece en la distancia. Las antenas y anténulas algo decaídas, señal de la derrota.
Este aire tan caliente me sofoca y parece llenar mis pulmones de arena, es difícil diferenciar entre mis sueños y memorias. Casi no salgo de casa y si intento leer pierdo la concentración a los tres renglones. Duermo casi todo el día y, cuando despierto, lo primero que veo es el tatuaje de aquella alucinación del pasado.
El constante dormir, a diferencia de cualquier tipo de ausencia, deja mucho espacio en la mente para preguntas: ¿Soñé algo? ¿De qué me perdí? ¿Qué hora es? ¿Ya comí? ¿Dónde está mi teléfono? ¿Por qué me duele el cuello? ¿No había puesto una alarma? ¿Apoco ya es mañana? ¿A qué hora me alcanzó el sueño? ¿De verdad ya desperté?
Después de horas de esfuerzo, logró cruzar la niebla y alcanzo la misteriosa figura. Es entonces cuando me encuentro con la cáscara de lo que alguna vez fue un noble guerrero y un intrépido viajero, tan fuerte para resistir incluso el más ardiente y doloroso de los incendios. Me acerco a sus ojos vacíos y encuentro en ellos un mensaje.
Nunca antes en mi vida había tenido un sueño recurrente como este, pero probablemente se deba q que nuncs había tenido el tiempo suficiente en mi vida para fijarme en los detalles de mi vida onírica. El tiempo que paso durmiendo y soñando se ha vuelto en una condena en la cual la penitencia que me corresponde es realizar distintos ejercicios de cartografía personal, distintos esfuerzos para poder señalar cuales son los agujeros en las historias que me cuento a mi misma, las cosas que he intentado ocultarme ya sea por cobardía o debilidad.
Las historias que nos contamos, a diferencia de los fantasmas, no nos señalan las cosas que ya no están, sino que nos refieren a aquello que necesariamente se hará presente. Ejemplos de esto sobran: la ley de la gravedad, la constitución mexicana, el libro de Job, el instructivo del champú, toda la obra de Lewis Caroll, El origen de las especies, los poemas de Sor Juana Inés de la Cruz, la lista del super.
El mensaje dice así: “Nací y crecí rodeado de maravillosas criaturas. Fui educado por gente de ciencia, magia, lo absurdo y lo más cotidiano. Forjé mi armadura en el subconsciente más confundido que pude encontrar, y prendí fuego a mi espada con la pasión de un corazón estúpido. Luché en las guerras más pacíficas y le quité la vida a piedras, ideas, baratijas baratas y canciones desprovistas de ritmo. De mi se escribieron las más honestas mentiras y las más desagradables baladas. Me hizo caballero una reina sin corona y se me celebró con un vino transparente y sin sabor. Se me dio una última misión, y fue solamente en esta donde fallé…
Escribo todo este texto con la esperanza de volver a alucinar, ahogándome en tazas de café y latas de bebidas energéticas. Quiero una vez más perder momentáneamente la cordura, porque solo en ese corto tiempo, que la ausencia de sueño me regaló, pude entender el significado de lo que parecía faltarme en la piel.
La piel, a diferencia de cualquier alucinación, no presenta oportunidad para escapar. Esa suave capa que nos envuelve nunca deja de sentir, incluso cuando la mente se ausenta y la deja a la deriva. La piel es el único órgano en el cuerpo que todo lo recuerda, que no permite que el pasado se fugue y deje en su lugar un vacío desconcertante. Si no encuentras significado en las constelaciones que forman tus lunares, es porque aún no has aprendido a interpretarlas.
…No es que no fuera capaz de cumplir mi cometido, si éste hubiera sido el caso, no sería yo el que se encontrara en esta situación. La realidad es que nadie considera lo que se encuentra en los ojos del ser más inocente que jamás ha existido. Si en mi mirada muerta usted encuentra este mensaje, lo que yo encontré en los ojos de quien debía matar, no puedo del todo describirlo. Quien nace del vacío, en sus ojos contiene el infinito. Fue este golpe imparable e inamovible que terminó por destruirme, como se había advertido que pasaría. Espero que se me perdone por mi fracaso, y que las historias que de mi se cuenten, nunca queden escritas”
Aquella noche de horas y horas en vigilia, de malas decisiones y alucinaciones, ha quedado en el ayer. Aunque no quiera dormir, estoy cansada y de nada sirve intentar recrear el pasado. Me doy cuenta de que, justo a través de estas palabras, está la reunión que tanto he esperado, y que en la memoria de mi piel puedo leer lo que sucedió con el caballero langosta.
Lo que le sucedió al caballero langosta en su última cruzada, a diferencia del momento en el que la muerte llega a nuestra puerta, es de las pocas cosas que cualquiera podría anticipar con algo de ingenio.
