Primavera ya no hay más representa cómo la gentrificación causa fracturas en múltiples niveles en las vidas de las personas.
Caridad recibe una llamada inesperada un viernes por la noche. Ya lleva varios años viviendo en su apartamento en Harlem, Nueva York, el lugar en el que crió a su hija, la vio morir, creció en su carrera y vio cómo su cuerpo tomaba nuevas formas. La llamada es del propietario del apartamento y viene con un mensaje muy contundente: tiene que desalojar la propiedad antes de la primavera porque va a vender el edificio para construir una torre de apartamentos lujosos. La llamada marca el comienzo de Primavera ya no hay más, un monólogo escrito e interpretado por la actriz Caridad del Valle, en el que el desplazamiento, la consecuencia más directa de la gentrificación, arrasa con todo lo que se encuentra por delante.
La puesta en escena se presentó en el teatro de El Barrio Artspace PS109 en Harlem y en el Teatro Círculo, dos de los centros culturales en español más grandes de la ciudad. Toda la obra está en español y se desarrolla en un solo escenario: el apartamento de Caridad.
Cada vez que pienso en la gentrificación, también pienso en cómo las interacciones sociales, la cultura de un barrio y la confianza dentro de una comunidad están en disputa. Pero en este monólogo, todos esos elementos ya han sido quebrados. La escenografía simula una sala con una silla de madera, una lámpara, un baúl y una caja de cartón. A diferencia de otras escenografías, aquí el piso no está completamente cubierto por madera laminada; en algunas áreas faltan las tablas, dejando al descubierto el piso negro original del resto del teatro. Las paredes detrás de la actriz son así también: discontinuas. La escenografía se encarga de crear una sensación de vacío.
Me hace pensar que cuando alguien es desalojado de una casa en la que ha vivido durante años, hay una ruptura tangible en el espacio mismo. No se trata solo de la relación que las personas tienen con su hogar, sino también de cómo las paredes antes sostenían nuestros pósters y cuadros favoritos, y cuando los quitamos, arrancan parte de la pared. O de cómo los muebles dejan marcas en el piso después de años de permanecer allí, y cuando se mueven, el piso queda ligeramente hundido.
Ese sentido de discontinuidad también atraviesa el guión. El monólogo nos guía a través de los recuerdos de Caridad, que no son lineales: ella deriva entre la alegría y el dolor, del desalojo a las sesiones de terapia, de bailar en la sala con su hija pequeña a recordar su muerte, de los síntomas que trae la menopausia a reflexiones sobre su vida amorosa.
Pasa fácilmente de un chiste como: “La menopausia me está dando tan duro que lloro cada vez que veo un comercial de cereal en la televisión”, al desconsuelo, recordando cómo cuando a su hija le diagnosticaron cáncer de hígado, tuvo que aceptar que por más de que fuera su hija “no le pertenecía a ella, le pertenecía al mundo”. Este cambio no solo ocurrió en la obra, sino también en la audiencia, que se limpiaba las lágrimas mientras estallaba en risa.
Estos cambios en el guión reflejan los impactos de la gentrificación y el duelo que causa, y hablan de cómo los seres humanos asociamos lugares, olores, fotos o incluso canciones con un momento particular de nuestras vidas. En ese sentido, perder un apartamento no es solo perder el lugar físico que aloja las pertenencias de una persona y le provee techo; sino perder parte de los recuerdos y las versiones de sí misma que se gestaron y robustecieron ahí. Soledad, al perder su casa, pierde la cocina en la que hizo galletas con su hija, la sala que la arropó cuando tuvo que hacer el duelo de perderla, la ventana que le dio aire fresco antes los calores de la menopausia y la lámpara que iluminó veladas en las que sentó a reflexionar sobre si quería tener pareja o no. Aunque parte de esas experiencias permanecerán en su memoria, perder la dimensión tangible que los ancla al mundo que compartimos con otros, los conduce a que reposen en el privado y misterioso espacio donde el cerebro alberga todo lo que para los demás no existe.



