En la pieza de Alvin Lucier I am sitting in a room (1969), el artista se graba a sí mismo hablando en alto en una sala vacía: “Estoy grabando el sonido de mi voz al hablar y lo voy a reproducir en la habitación una y otra vez hasta que las frecuencias de resonancia de la sala se refuercen, de manera que cualquier aspecto de mi discurso, tal vez con la excepción del ritmo, se destruya.” Con esta obra Lucier explora las posibilidades técnicas de los espacios como productores de sonido, pues el fenómeno acústico del lugar hace que sus palabras se vuelvan inteligibles y se conviertan en resonancia, haciendo sonar a la habitación en sí.

El sonido en su esencia conlleva espacialidad. Implica un pulso físico que choca contra determinadas superficies, y que se refleja o se transforma dando sentido al espacio que habitamos. El espacio es indispensable para entender el sonido dada la presencia física del cuerpo: en la experiencia como seres permeables y corruptibles, participamos activamente en la creación del espacio, produciendo y siendo producidos a través del sonido.

Una grabación, por tanto, no es solo un registro, sino también una forma de mecanizar el sonido, que crea una tensión entre el dinamismo de éste y su fijación en un archivo mp3. En la publicación de Spector Books SOUND-SPACE-SENSE (2022), Arno Raffeiner expone cómo grabar también implica querer poseer y estabilizar algo que en esencia es dinámico, algo que realmente pierde la gracia al ser convertido en estanco.

De aquí la extrañeza y nostalgia en la música de la banda británica caroline, quienes exploran esta tensión creando espacios “vivos” en su reciente álbum caroline 2 (2025). El disco contiene una melancolía que deriva de la frustración propia de una grabación musical: el sonido como un abismo tan amplio que nunca será posible capturar del todo. Dentro de estas ideas en torno a la sonoridad, podrían existir dos tipos de espacio —sin que sean incompatibles entre sí—, el arquitectónico y cartesiano, y el psicológico e introspectivo. caroline explora ambas categorías a través de sus decisiones creativas en el estudio, que hacen lo relevante de su proyecto. 

En el álbum, la yuxtaposición de elementos configurados como un collage producen cambios y variaciones dramáticas, que se alejan de la concepción homogénea y lineal de un disco tradicional. El álbum es capaz de construir un “lugar”, mediante el corta/pega de trozos, sin ninguna continuidad en el diseño: el papel de la pared es distinto, en algunos muros solo se ve el ladrillo, en unas zonas el suelo es de moqueta, en otras la madera cruje al pisar. Podría ser una casa victoriana inglesa con varias plantas, y de salones amplios, donde los espacios se dividen con arcos, no con puertas. Se oyen voces de varios personajes transitando ese espacio. A veces son ecos: una grita y la otra responde, como si tuvieran que encontrarse. Viajan, suenan lejos y luego se acercan a tu oído.

Bajo esta concepción, el espacio físico del lugar de grabación funciona como un instrumento más, como en la sexta canción del álbum “coldplay cover”. En este caso, existen dos partes claras que se diferencian por un movimiento físico del micrófono de una sala a otra, de tal forma que éste pasa a formar parte de la pieza, explorando las posibilidades que ofrece el sonido de la distancia.

La “escala” de lo sonoro también participa en la creación del espacio. La banda juega con el volumen como si fuera otra herramienta para ello: los sonidos delicados se amplifican, mientras que otros, más intensos, se escuchan lejanos o susurrados. Esta inversión de proporciones genera una extrañeza, como si el oyente estuviera dentro de un escenario en el que la disposición de los elementos no es fija, sino móvil y expandible. En una entrevista, el cantante de la banda, Jasper Llewellyn, compara este gesto con el diseño de la iluminación en una obra de teatro: el director decide en qué rincón del escenario se concentrará la atención del espectador, enfocando algo mientras todo lo demás permanece en sombra. De tal forma, caroline utiliza el volumen para abrir y cerrar espacios, construyendo una escena sonora en la que el oyente no sólo escucha, sino que recorre un lugar.

La idea de la canción como un espacio teatral transitable existe en otros ejemplos de la música pop contemporánea, como en la canción de Charli XCX “360”, que la artista describe como una narrativa en la que el oyente se mueve por diferentes espacios del club. En el caso de caroline, esa idea del espacio ficticio y de paso de un lugar a otro se percibe claramente en “total euphoria”, donde el movimiento se materializa como desorientación, como colapso. La sensación en la escucha es similar al limbo que se produce al despegar en un avión: ese momento de estar en el aire sin haber llegado a lo estable, como si se estuviera cruzando un umbral.  

Podría decirse que en el tipo de música que hace caroline esta desorientación es usual, pues existe una intención clara de entrar en profundidades, de cavar a partir de bucles, de hacer que el oyente sea atraído por el suelo. Los bucles crean abismo, un espacio virtual, inexistente, más allá de lo que una se configura en el interior del cráneo. En este sentido, lo que funciona como ancla es la voz, que simplifica la complejidad en la instrumentación. 

Pero en la voz también hay confusión, pues en caroline 2 se trabaja con la tensión de escribir, de nuevo, desde la escala, desde lo específico, ampliando, como si fuese una lupa que se acerca y se aleja de lo que está analizando, moviéndose entre diferentes atmósferas y situaciones de forma improvisada. También hay una especie de auto-convencimiento en la repetición, como si se perdiese el significado simbólico de las palabras. Esto recuerda al disco de Horsegirl Phonetics on and on (2025), donde la voz se construye como algo rudimentario, aludiendo a la fonética como los “bloques de construcción” del lenguaje. 

Dicho todo esto, en el nuevo álbum de caroline hay una intención clara de acercarse más a hooks melódicos y a melodías mucho más cercanas al pop, sobre todo en comparación con las canciones de su disco anterior, caroline (2021). También la presencia de la cantante canadiense Caroline Polachek en la tercera canción del álbum “Tell me I never knew that” indica una nueva dirección en cuanto a las intenciones comerciales de la banda.

En definitiva, el disco de caroline es relevante en la medida que refleja cómo el sonido no solo habita el espacio, sino que es capaz de crearlo. La banda rehúye de la concepción del estudio como un lugar muerto; esa intención de que las producciones sean impolutas y no exista una conexión contextual que conecte con el lugar donde surgen las canciones. Quieren generar un espacio sonoro vivo, en el que se apuesta por lo situado, lo vivido y lo desordenado. Todos los elementos se unen para crear lugares que no existen más que en la escucha, pero que son capaces de “afectar”.

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