El Bien es el primer libro de poemas traducidos al castellano de Li Suo, nacida en Anhui, China, en 1986. Además de poeta, es ilustradora, traductora y editora. Dirige la revista Xiron Poetry Club y la editorial de poesía Motie. Tiene varios otros libros publicados, pero están en chino. Ahí comienza nuestro problema.

Por lo general, trato de evitar las traducciones cuando es posible. Las ansias de escuchar las cosas tal cual sonaron en la cabeza de quien las escribió me generan cierta inquietud cuando sé que las palabras están alteradas. Mayor aún es esa inquietud cuando se trata de poesía, y todavía más cuando el idioma de origen es tan distante al propio. ¿Por qué leería yo este libro, entonces?

Al final, la curiosidad es más fuerte que cualquier reparo que uno pueda tener con las traducciones. Quizá curiosidad es muy banal: son las ganas de conectar y dialogar con otros, y la ignorancia pese a saber que allá, lejos, tienen que estar haciendo cosas que, por su propia lejanía, han de ser interesantes. No sé chino, pero quiero entender.

Partamos por el título de la antología: El bien. La nota de Isolda Morillo, traductora y colega de la poeta, nos cuenta que el carácter 好(hǎo) está compuesto por 女 (n ǚ, mujer) y 子 (z ǐ, hijo). Esta combinación representa un ideal del “bien” asociado a la estructura familiar tradicional. En el gesto de desvincularse de estas ideas, Li Suo se enfrenta a una estructura tanto moral como lingüística, donde el acto de escribir y vivir de cierta manera reconfigura las formas de pensamiento que han determinado su lengua y sociedad. Estas transgresiones, reconoce su traductora, pueden tener menos fuerza en Occidente, pero debemos tener en consideración que no tenemos estas ideas arraigadas en la lengua, al menos no de la misma manera. El desafío en la poesía de Li Suo es encontrar un uso de la lengua que pueda librar a las palabras de sus cimientos, a la vez que las hace hablar sobre y dialogar con su pasado personal y familiar.

Este libro, y su obra en general, están marcados por el desarrollo de una poética del habla coloquial, que utiliza la palabra hablada como vehículo para relatar escenas, pensamientos y sueños. Es de esta forma que se logra apropiar de las palabras, en su forma más aparentemente sencilla, pero que resalta lo complejo y extraordinario en ellas. Solo así se capturan los matices y la profundidad de lo dicho, tal como está. Como le responde Chen Tong en el sueño del poema “la velocidad de la tristeza”: “«la tristeza debe transcurrir a su propio ritmo»”.

En el poema “tártago” narra dos escenas que complejizan la manera en la que las palabras se inscriben y reaparecen en la memoria:

“intento recordar su nombre

casi pierdo la cabeza en el esfuerzo

hasta que

de pronto

viene a mí

«tártago, tártago»”

Recuerda el nombre de la planta que había olvidado por un momento. Recupera la palabra, pero
luego cuenta cómo, en una ocasión en la que un hombre se le insinúa agresivamente, reaparece repentinamente en una asociación que sirve como vía de escape:

“recuerdo que cambié de tema

murmuré un zumbido con mis labios

como si estuviera masticando un puñado de

semillas

«tártago, tártago»”

Es así, en la vida cotidiana, cómo se van transformando las personas y los objetos en la poesía de Li Suo. La simpleza de la observación y del recuerdo se configuran en una red de elementos constantemente cambiantes. En “Ganso” recuerda cómo su padre le explica la insólita valentía que éstos tienen, porque a través de sus ojos todo se hace más pequeño, para luego regresar a esa idea y concluir:

“pensé en cada instante de frustración que

vivió y me di cuenta

finalmente

mi padre es como ese ganso”

De forma similar, en “mientras mi abuela duerme” relata una ocasión en que se abuela insistió en cocinarle un pescado para que lo llevase en el camino a Beijing. Del esfuerzo que aquello significa para la abuela dice:

“si mi abuela supiera

que cuando duerme

se parece a un pez

al levantarse

seguro se colocaría a sí misma

encima de un plato”

En quizá el ejemplo más destacable de lo que reúne la poesía de Li Suo, el poema “mi madre es un hombre” describe una intersección entre el lenguaje y el cuerpo que pone en evidencia la fragilidad del género y nuestras percepciones corporales. Parte hablando sobre cómo “a las mujeres nos gusta apodar a nuestros hombres / como felinos: panteras tigres cachorros”, pero que en realidad el hombre en el que piensa no se llega a asemejar del todo a eso y que, más bien, en el contacto con su cuerpo van apareciendo otras imágenes:

“él se transforma en yegua en gacela en borrego

su mirada se humedece

y su cicatriz de hernia abdominal

parece la de una cesárea

de la que nazco yo”

Las cosas están en constante transformación: el hombre, la madre y los símbolos que usamos para referirnos a ellos, con lo que los asociamos, se mezclan. A través de la observación cotidiana podemos acceder a la naturaleza de las cosas y de los cuerpos tanto propios como ajenos, así como lo hace en varios poemas que hablan sobre la edad y la maternidad, la corporalidad se nos revela cuando nos hacemos realmente conscientes de ella y su mutabilidad, ya sea física o simbólica, aunque ambas suelen ir de la mano.

Al final, la poesía de Li Suo puede resonar en China, el mundo hispanohablante o cualquier otra parte, en la medida que logre comunicar con esa naturaleza la constante transformación de nuestro cuerpo, nuestro entorno y nuestras palabras. Es esto, la fragilidad que observamos en las cosas y conceptos, lo que intentamos traducir con dificultad día a día. No sé chino, pero la cotidianidad y lo inestable que son en ella el lenguaje, el cuerpo y la memoria me parece bastante universal. Este libro, creo yo, lo demuestra con una belleza y precisión poética singular. Recibir una poética que venga de tan lejos, de vez en cuando, puede ser

“algo así

como lo que sentimos al encontrarnos

algo fresco emocionante

una ilusión una chispa

vibrante y vaga

una escena que se transformaba

a cada segundo”

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